domingo, 13 de mayo de 2007

La ventana de los viejos – Alvaro -


Me gustaría decir que mi historia se define a través de la de ellos. No conozco la ciudad completa, ni he vivido todos sus acontecimientos, pero los he sentido cuando estos viejos me la hacen vivir a través de sus relatos.

Soy rola, como le dicen a la gente que nace en Bogotá, de padres, hermanos, tíos, primos, amigos bogotanos. La ciudad ya no es de nosotros, nos podemos dar cuenta solamente con asomarnos. Así estemos en diferentes puntos de la ciudad, la ventana nos muestra lo mismo.

La ventana de Alvaro le muestra la parte “bonita” del viejo Chapinero, el que le dicen Chapinero alto. Ese “alto” se puede referir al hecho de estar arriba en el cerro que bordea la ciudad, como puede ser un intento de subir el status del sitio, aun no lo se. Aparta estudio diseñado para estudiantes, demasiado moderno para éste solitario toma trago. Todos los días una enfermera le repite la rutina que incluye un pequeño paseo por la trece hasta Lourdes, donde en una charcutería conocida de la esquina el amigo tendero le vende una botella de whisky barato, pues la situación ya no da para el prestigioso whisky que se tomaba en otra época.

Todos los días a las 2 de la tarde, justo después del almuerzo y antes de la siesta, al son de viejos boleros y los apasionados discursos del caudillo, un vaso a medio llenar, puro y sin hielo le recuerda a este viejo de ojos azules, la época en que la tomadera era con amigos, primos, cuñados. Una parranda de tributaristas, contadores de traje y tirantas que vestían la corbata del color del partido, hasta los domingos de ajiaco.

Alguno era soprano, otro tenor, otro sencillamente cantaba, reunidos todos siempre en el mismo sitio, la misma oficina en cualquier edificio de la 57 con 13, ahora derrumbado. Independientes de profesión, hacedores de dinero, adictos al trabajo, la música, el trago y claro la familia. Se llena de nostalgia al caminar por esa calle sucia y ruidosa que antes solamente era recorrida por caballeros de sombrero y sombrilla, ahora invadida de hombres buscando hombres.

Centro de negocios, norte citadino, nunca se imaginó que este sitio ideal para vivir, le obligara a guardarse antes de las 6 para evitar atracos, drogadictos y otra serie de peligros.

Ahora es viudo con dos hijos, su única compañía es esa joven enfermera que lo visita todos los días, pagada por sus hijo. Un aficionado a los 4x4, las fotos y Colombia, que hace mucho tiempo lo dejó de visitar.

Que horizonte se ve desde la ventana, los edificios que han estado siempre, ahora cubiertos por una gruesa capa de smog, la avenida séptima, que no ha cambiado, pero cambiará, y claro Bogotá, gris, cada días más grande, pero Alvaro no ve eso. No ve futuros, no ve cambios, ve recuerdos. Y qué recuerdos.. ¡salud por ellos!

1 comentario:

Cata G dijo...

http://www.eltiempo.com/laciudadjamascontada/HISTORIAS_/memoriasdeciudad/ARTICULO-WEB-DESPLIEGUE_HISTORIA-3741625.html