martes, 22 de mayo de 2007

La ventana de los viejos - Helena -


La de Helena es una ventana más tranquila, menos ruidosa, la ventana del cuarto del segundo piso de una casa de clase media. Aunque no le falta nada y no le sobra nada, aunque todos los días agradece en el Rosario de la madrugada, y la misa de la tarde, las hermosas 4 hijas y 7 nietas que la hacen parte de su vida, no deja de mirar la foto del abuelo que, encima de su televisor, le recuerda bellos momentos de una vida llena de amor y coraje.
Sorda de un oído debido a un accidente a los 14 años, esta hermosa mujer nacida en una fecha diferente a la que dice la cédula, por aquello que cuando permitieron a las mujeres tener cédula, ella dio mal el año de nacimiento. Tuvo muchos novios en su adolescencia y muchas historias de corazones rotos que se asemejan a los de sus nietas en la actualidad.
Cuenta que conoció a Darío, el abuelo. Con el que alcanzó a cumplir 48 años de casada, en el departamento de contabilidad de Bavaria, donde trabajaban ambos. Ella cumplía 7 años de estar ennoviada con un mujeriego machista que conoció cuando trabajaba transcribiendo dictados de los senadores y políticos del partido liberal. Darío con su elegancia y caballerosidad se fue ganando poco a poco el corazón de Helena, quien aun debía luchar contra las intrigas de su ex novio apoyado por sus hermanas.
De esas mujeres berracas, que así no tuviera estudios secundarios, porque la época no lo permitía, fue buena en lo que aprendió. Tanto así, que Bavaria decide no dejarla ir y subirle el sueldo hasta nivelarla con los sueldos de los hombres, cuando el ex presidente del senado, le pide que se vaya a trabajar con él en el banco de la república. ¡Si que hubiera hecho plata allá! Dice. En la oficina de comercio, le pasaban plata debajo de cuerda para aprobar las importaciones con rapidez.
Sin embargo gana Bavaria y su lucha por conservar una buena trabajadora.

Aunque dulce y respetuoso, Darío era muy fiel a su empresa y apoyaba con compromiso cualquier nuevo lanzamiento y decisión que ésta, liderada por el señor Santodomingo, decidiera hacer. Es por esto que todos los días probaba y comprobaba que las diferentes marcas de cerveza fueran realmente exitosas. Acompañadas, lógicamente, de una buena charla a la salida del trabajo, jugando rana y al son de boleros dramáticos. Gracias a estas jornadas, el abuelo contaba con una grandiosa barriga cervecera que lo caracterizó hasta la muerte. El abuelo nacido en Tunja, tuvo que salir de su ciudad, el fatídico 9 de abril, para salvar la vida de su familia, obligado a encontrar un trabajo en Bogotá sin haber estudiado carrera profesional.

Trabajó fuertemente toda su vida para darle a su familia las comodidades (mas no riquezas) que solo la dignidad podía motivar. Helenita, como le dicen las compañeras del rezo, se levanta todos los días recordando lo maravillosa que es la vida con ella, y lo maravillosa que fue cuando tuvo a Dario a su lado. Escucha día tras día, el noticiero, la novela, las historias de sus nietas adolescentes, y ¡Qué curioso! Son las mismas historias de amor y muerte que viene escuchando desde hace tres décadas.

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